A su hija le encantaba pintar. Y tenía madera. Hacía un par de años que la había apuntado a clases de pintura y ya la profesora le había dicho que la niña tenía mucho arte y que podría llegar a ser muy buena.
Cada tarde, cuando acababa sus tareas escolares, cogía la paleta y los pinceles y practicaba. Cada momento libre lo dedicaba a pintar. Era su pasión. Y el orgullo de su madre.
Una tarde, al volver del trabajo, Lola vio en un escaparate de un taller artesano un colgante que la dejó impactada. Fue amor a primera vista. Una paleta de pintor realizada en resina, con unos colores brillantes que resultaron magnéticos ante sus ojos. Se enamoró de aquella pieza y pensó que sería la joya ideal para su hija. En tres meses sería su decimoquinto aniversario y sería el regalo perfecto. Pero cuando entró a preguntar el precio, su sueño se desvaneció. El precio era desorbitado para su sueldo precario; no podía permitirse aquel lujo.
Los siguientes días no dejó de pensar en aquel maravilloso colgante y en el modo en que podría conseguir dinero para comprarlo. Cada día pasaba delante del escaparate y lo observaba con devoción. Entonces se le ocurrió algo para sacarse unos dinerillos: vender bolsos. Había hecho unos cuantos con restos de telas que tenía por casa, trozos de ropa vieja y otros materiales reciclados. Eran bolsos muy particulares. Distintos. Originales. En el barrio había una pequeña tienda de complementos cuya dueña siempre le decía que le encantaban sus bolsos, que debería venderlos. Así que se animó y fue a hablar con ella y ver si estaría interesada en venderlos en su tienda. Quizá podían hacer negocio. Llegaron fácil a un acuerdo y Lola se puso manos a la obra. Cada noche, después de trabajar todo el día en el supermercado, cuando su querida Lily ya dormía, ella sacaba su máquina de coser y se ponía manos a la obra. Diseñaba, cortaba, cosía… arañando horas a la noche. Algunos días le daban las cinco de la mañana y aún estaba en su improvisado taller en la cocina.
Los bolsos tuvieron muy buena acogida y enseguida empezó a tener muchos encargos. Eran un éxito. Pronto empezó a correrse la voz sobre sus bolsos artesanos más allá del barrio y comenzaron a ir a comprarlos desde cualquier rincón de la ciudad. La dueña de la tienda no daba crédito. El negocio subía como la espuma. Y es que no eran cualquier bolso. Además de ser todos distintos (es lo que tiene el reciclaje… con el aprovechamiento es difícil repetir…), tenían una peculiaridad. Y es que Lola a cada bolso le hacía un bolsillo secreto y dentro le metía un pequeño amuleto y un texto escrito por ella. Como amuleto le servía cualquier objeto que para ella fuese especial: un pendiente cuya pareja había perdido hacía años, un trozo de piedra con forma de corazón que había encontrado en la playa… Las letras podían ser frases positivas e inspiradoras, consejos, refranes, poemas… Lo que se le ocurriera y le diese un sentido especial al bolso.
Los bolsos con bolsillos secretos de Lola se hicieron famosos más allá de las fronteras del barrio y de la ciudad. Todo el mundo quería comprar una de aquellas piezas exclusivas y descubrir qué sorpresa tenía guardada. En poco más de mes y medio había hecho una producción brutal, que ni ella se podía haber imaginado. Y, casi sin haberse dado cuenta, había logrado reunir el dinero suficiente para el colgante.
Dos días antes del cumpleaños de Lily fue al taller artesano a comprarlo y cuando llegó, comprobó horrorizada que el colgante ya no estaba en el escaparate. Su corazón le dio un vuelco. No podía creerse que después de tanto esfuerzo para conseguirlo, lo hubiesen vendido. Entró dentro a preguntar y respiró aliviada cuando el dependiente le dijo que lo habían sacado porque estaban renovando el escaparate y que aquella pieza ya llevaba demasiado tiempo allí sin que nadie la comprase, así que habían decidido retirarla del escaparate e incluso rebajarle el precio. Un golpe de suerte para ella. Se lo llevó como el mejor de los triunfos.
Por supuesto, la joya fue un regalo exitoso en el cumpleaños de su hija, que también se enamoró del colgante nada más verlo. Desde entonces no se lo saca de su cuello. Lola dejó su trabajo en el supermercado y ahora se dedica a tiempo completo a fabricar bolsos artesanales y especiales, con sus bolsillos secretos. La diferencia es que ahora en esos bolsillos, además de las frases y textos que escribe, añade imágenes en miniatura de las obras que pinta su hija…
Para El Universo Mágico de Ame Reyes.
Joya: Paleta de pintor realizada a mano en resina.
Autora: Ame Reyes
¡Hola Rosa! 🥰
¡Maravilloso relato, me ha encantada mucho!!! Me veo mucho en la historia de la niña, la joya es hermosa! 😍
Un fuerte abrazo lleno de cariño! 😘🤗♥️
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