Sentada en el bordillo de la acera apuraba su último cigarrillo. Había fumado demasiado ya esa noche y el olor a tabaco parecía impregnarlo todo, su ropa, el aire y hasta su piel.
Miró el reloj con desgana. Eran ya casi las cuatro de la mañana. Se le habían acabado las ganas de fiesta. Sus amigas se habían ido a seguir divirtiéndose en la discoteca de moda, pero ella se quedó. Se subió la solapa del abrigo para taparse el cuello. Era una noche fría, pero ella no lo había notado hasta entonces.
Justo en ese momento, una mano le acarició su nuca y la hizo estremecerse. Él sonrió sin decir nada. Ella se levantó y comenzó a caminar a su lado. Los dos en silencio. Se dirigieron al coche que estaba aparcado a la vuelta de la esquina. Se arrebujó en el asiento con el abrigo tapándole hasta la nariz. Sin decir palabra, él encendió la calefacción, le acarició la pierna de forma afectuosa y arrancó. No necesitaba más para sentir el calor.
Cuando llegaron a su casa el frío ya se había despojado de sus huesos y se deshizo de todas sus ropas, dejando únicamente en su piel el fuerte olor a tabaco. El cuarto parecía una sauna por el calor que desprendían sus cuerpos. Ya no importaba el frío que hacía fuera. Se fundieron en una maratoniana sesión de sexo hasta el amanecer.
Cuando se despertó, un sol radiante se colaba por la ventana. Los cristales estaban empañados por el contraste de temperatura. Se levantó, dejando el cuerpo desnudo de su amante bajo las sábanas aún calientes y se asomó a la ventana. Era casi mediodía. Y aunque lucía el sol, todavía había capas blancas en la calle. Había nevado.
De pronto volvió el frío. Recogió sus ropas desperdigadas por la habitación y se vistió a toda prisa. Luego encendió un cigarrillo y se sentó en el borde de la cama a observarlo mientras dormía plácidamente. No lo despertó. Se marchó sigilosamente. Y salió de nuevo al frío de la calle. Y al de su vida. Esperando, como siempre, la próxima noche de calor.
Me ha gustado mucho. Mezclas genial esa sensación de frío y calor tanto emocional como físico. Hay gente que prefiere abrazarse al frío y solo tener contacto cuando necesita calentar su vida durante un tiempo. Es como si en las bajas temperaturas estuviera su zona de confort y todo lo que sea salir de ahí es arriesgarse. Muy buen texto. Profundo, emocional y muy sentido.
Un abrazo.
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Hay mucha gente gélida por ahí.
Me alegra que te haya gustado el texto. Muchas gracias.
Besos
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