Abro el tercer cajón de mi escritorio y ahí está. Bajo algunos papeles carentes de importancia está escondida LA libreta. Aquella estampada que compré con tanta ilusión para escribir nuestra historia de amor. La abro con cierta reticencia y descubro que solo está escrita la primera página. Poco más de un par de frases. Colgadas en el limbo de una hoja en blanco. Esperando una continuación que nunca llegó.
Todavía recuerdo la ilusión con la que comencé a escribir, deseosa de llenar aquellas páginas de palabras excelsas, empapadas de aquel amor que me embriagaba en aquellos momentos. Pero tan solo una página dio muestra de ello.
No sé si dejé de escribir nuestra historia porque realmente no valía la pena hacerlo, o porque estaba tan ocupada amándote que no tenía tiempo para ello. Da igual el motivo. Lo curioso es el vacío.
Observo catatónica esas dos frases que inauguran la libreta y pienso que es hora de continuarlas. De darle la continuidad que merecen. O, tal vez, lo que merezcan sea que las borre para siempre. Como si estuviese ante el teclado del ordenador y pudiese pulsar la tecla de delete.
Cojo un bolígrafo y apoyo dubitativa mi mano sobre el papel. Es hora de continuar la historia. Contar todas nuestras empalagosas palabras de amor, nuestros largos besos, las risas, los juegos, las noches de pasión, los planes de futuro, el mundo entre los dos.
El pulso me tiembla y tras unos largos minutos en silencio, deslizo mi mano al final de la página y comienzo a escribir. Un escueto FIN. Es lo único que tengo que decir.
Seguro que podrás darle nuevas utilidades a la libreta.
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Bueno, la libreta no es mía… jajaja. Es ficción. Pero, desde luego una libreta siempre se aprovecha.
Saludos
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Siempre existe un final.
Van abrazotes amigaza
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Efectivamente. En todo y para todo.
Feliz sábado, Beto. Un abrazo
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Yo no uso libreta, pero si que llevo años escribiendo en Word muchas de las cosas que me pasan. Y de vez en cuando las leo de nuevo, es una ejercicio muy sano. Eso si, los ficheros están con contraseña de apertura, por si acaso. Un abrazo.
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Yo nunca he puesto contraseña a ningún fichero (tampoco sé hacerlo… jaja). En mi casa, cualquiera que coja mi ordenador, podrá ver lo que escribo. Lo de las libretas es complicado. En el 2020, en pleno confinamiento, destruí unas cuantas libretas que había escrito en mi adolescencia. Las leí, una por una, recordé todo y luego las quemé. Pensé que no quería que nadie las leyese cuando yo me muera…
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Eso me paso a mí hace poco, haciendo limpieza me encontré con algunas libretas de ese estilo y no acabé ni de leerlas, las quemé directamente jajaja. Un abrazo Rosa.
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Yo las leí toditas… Había algunos momentos turbios y otros divertidos y patéticos que ni recordaba… jajaja. Besos
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¡Qué pena de entrada! Menos mal que has aclarado que no es real.
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Aunque sea ficción, seguro que en la vida real hay muchos casos así.
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Esperemos que sean pocos
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