(Imagen de @frutografa)
Últimamente la misma imagen se repite una y otra vez ante mis ojos. En realidad, no es la misma imagen; son todas distintas, pero la base es la misma: gente paseando cogida de la mano.
Hace ya semanas que me vengo fijando en ello. Y, casualmente, hace unos días una amiga fotógrafa publicaba una imagen de una pareja de personas mayores que caminaban por la calle cogidos de la mano.
Lo hacen jóvenes y no tan jóvenes. Hombres y mujeres. Heteros y homosexuales. Aunque los que más veo en los últimos tiempos, o en los que más me fijo quizá, son las parejas mayores. Algunas muy mayores ya. Y caminan agarrados a esas manos como si se les fuese la vida en ello. Sobre todo después de la pandemia.
Dos manos agarradas pueden decir mucho. Sin hablar. Pueden ser dedos entrelazados, o palmas unidas. Una mano que agarra con fuerza y otra que se deja. Apretadas. Sueltas. Estáticas o bamboleantes.
Esa unión de manos puede denotar infinidad de sentimientos o situaciones. Puede mostrar amor, cariño, pasión, confianza, miedo, sumisión, rutina, fuerza, calma… Todo eso pueden marcar tan solo diez dedos. Dedos ajenos.
No sé por qué siempre esas imágenes llaman mi atención. Supongo que lo echo de menos. Ahora que sé que nunca se cumplirá ese pequeño sueño de llegar a viejos cogidos de la mano. Es curioso echar de menos algo que nunca has tenido ni vas a tener.
Esta mañana mismo he visto ante mí cómo una pareja se dirigía con el carro de la compra al supermercado cogidos de la mano. Me pareció tierno. Y curioso, porque tampoco es lo más habitual. También veo adolescentes cogidos de la mano al salir de clase. Ancianos en el parque usando sus manos a modo de bastón. Y de bastión.
Es el gesto de esas manos el que define la relación. Al igual que un brazo que rodea los hombros. Puede ser a modo de yugo o de abrigo. Un brazo que reconforta y da cobijo. También lo echo de menos. Un brazo que proteja del frío, cuyo peso sobre mi hombro haga las penas más livianas, aunque parezca una incongruencia.
Me gusta ver a la gente cogida de la mano…
Me ha gustado mucho esta entrada.
He de decirte que yo soy una de esas que conforma una pareja de las que van agarraditos a todas partes, incluso a la compra como dices.
Ya son 42 años juntos y aún estámos así, aún me gusta que me abrigue bajo su brazo cuando al parar siento frío y yo, me aferro a su cintura.
Es cierto que según te haces mayor el amor es distinto, pero cada vez más necesito, si todo va bien claro.
Un abrazo 🌷
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Afortunada tú. Seguro que si me cruzase con vosotros por la calle os observaría con una sonrisa.
Pues que sea así muchos años más.
Un abrazo
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Gracias preciosa 😘
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Cogerse de la mano siempre es reconfortante, porque el contacto físico lo es. Me refiero claro a sentimientos positivos, como amor, amistad, cariño… A mi desde luego, darse la mano, el abrazo, etc… me encantan y a veces producen en mi un efecto casi analgésico. Un abrazo Rosa
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