Año nuevo de verdad

Las luces ya se han apagado. Vuelve la calma. La rutina. La oscuridad. En las ventanas y balcones no hay ya luces tililando. Las risas se han apagado y la música ha bajado el volumen.

Ha comenzado un nuevo año. Se supone que cargado de nuevas ilusiones. Y de propósitos. De comienzos. De dejar atrás.

Y en ello estamos. La vida sigue. Y todo alrededor cambia. Y nos vamos aclimatando. Otros amaneceres. Otras frías noches.

Creo que voy a dejar de escribirte. Al menos por aquí. No hace falta que te cuente nada porque tú ya lo sabes. Sigues casi tan presente como si de verdad lo estuvieras. Tu parka caqui lleva un mes colgada en el respaldo de una silla en la cocina. Sacada de una caja, dudando aún cuál será su destino. Era usarla, porque me gusta, o llevarla al contenedor de la ropa. A veces, cuando entro despistada, me asusta. A nuestra hija le gusta. Dice que le da paz. Es como si estuvieses aquí.

En conversaciones triviales te nombro. Soy consciente de que lo hago más veces de las necesarias. No me gusta, pero lo hago inconscientemente. Pronuncio tu nombre cada día. Tú. Tú cuando hacías. Tú cuando decías. A ti te gustaba. Tú odiabas… Tú, tú. tú. Sigues estando. Y sigo pensando que vas a aparecer en cualquier momento por la puerta. O que me estás esperando ya en casa cuando llego.

Sí, creo que va a ser lo mejor. Voy a dejar de escribirte. Quiero empezar el año realmente de cero. Mirar hacia delante sin echar la vista atrás. Borrón y cuenta nueva. Como si fuera tan fácil.

Y voy a recorrer nuevos caminos con los recuerdos en la mochila. Sin echar la vista atrás. Con la mirada al frente. Y la serenidad que me haga fuerte.

Ha empezado un año nuevo. Un año nuevo de verdad. Con cambios y consecuencias. 365 nuevas oportunidades que no voy a desaprovechar. Año nuevo, vida nueva. Vamos a empezar…