La viudedad

Peón negro

Han pasado ya algo más de seis meses desde que me quedé viuda. Ha cambiado mi situación sentimental. Mi estatus social. Mi estado civil. Pero no yo. Sigo siendo la misma.

Anoche hablaba con un amigo y me decía que tenía que buscarme un novio. No sé por qué todo el mundo se empeña en que debo echarme un novio. En los últimos seis meses he perdido la cuenta de las veces que me lo han dicho. Y me resulta molesto. ¿En serio? ¿De verdad lo piensan? ¿De verdad piensan que es ese un buen consejo? Pues siento discrepar.

Lo gracioso (o preocupante) del asunto es que la gente que dice que te tienes que echar novio es porque piensan «pobrecilla, no tiene sexo… le hace falta echar un polvo». A estas alturas de la vida, que la gente piense que hace falta un novio para tener sexo me parece, cuanto menos, anticuado y retrógrado. Pero no voy a entrar en esos detalles.

Las personas viudas no estamos mutiladas, ni paralíticas, ni indefensas. Aunque sí nos falte una parte del alma y del corazón, seguimos siendo personas completas. Somos personas funcionales. Podemos hacer una vida perfectamente normal sin tener novio/a, marido/mujer, amante. Diferente, sí, pero vivimos perfectamente. No necesitamos a alguien para estar completos.

A veces siento que el estado civil condiciona las relaciones, el trato con otras personas. Algunos te miran con cara de cordero degollado (y es algo que me molesta profundamente) y otros no saben qué decir, pensando que cualquier comentario puede ser desafortunado. Algunos hombres me rehuirán y no se acercarán a mí por el hecho de ser viuda. Otros harán justo lo contrario precisamente por lo mismo. A algunos incluso les dará morbo.

No podemos elegir los varapalos que nos da la vida, pero sí podemos elegir cómo afrontarlos. Y elegí no querer ser una víctima. Me he prometido que no me quedaría en casa encerrada llorando su pérdida día tras día. Claro que pienso en él y lo recuerdo a diario (eso no desaparecerá nunca), pero también es verdad que no lo hago a todas horas. Claro que muchas veces me quedo en casa y lloro. A veces también me divierto, trabajo, duermo y me olvido. Esto no es como un adolescente enamorado por primera vez, que piensa en su amado las 24 horas del día. Cuando ya eres adulto la vida no depende de otro ser al que idolatras. La vida va de otra cosa. Yo no pienso en mi amor a cada rato porque tampoco lo hacía cuando estaba vivo. También salía, también trabajaba, también dormía…

A estas alturas de mi vida no necesito un novio, ni un amigo, ni un «amigovio» (esa palabra aceptada por la RAE y que a mí personalmente me horripila). Necesito amor, sí, pero del bueno, del que ya tengo: el de los amigos, el de la familia, y hasta el de mi perra. Y el sexo es otra cosa. No va de eso. Las mujeres hoy en día tienen sexo cuando quieren (o cuando pueden, que imagino que ya no será lo mismo con 50 años que con 20…) Y nosotras nos valemos solitas.

«Nunca digas de este agua no beberé»… Porque no sé lo que me depara la vida ni por qué caminos me va a llevar. Puede ser que ahora mismo esté diciendo que no necesito a un hombre en mi vida y el día de mañana me enamore perdidamente otra vez como una adolescente. Lo que tenga que suceder sucederá. No hay que darle más vueltas.

Así que, por favor, dejad de decirle a las viudas (y a las solteras, y a las separadas y a las divorciadas) que necesitan echarse novio.

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