Y el mundo sigue girando. Y gira la rueda y caminas sobre ella. A veces estás arriba, caminando erguido y sintiendo el cielo cerca. Pero luego toca estar abajo y aguantar todo el peso. Y la presión es tan fuerte que sientes que se te va la vida en ello.
Pero sigues caminando y vuelves a subir. Y respiras y vuelves a mirar al cielo. Y vuelves a bajar a los infiernos. Arriba, abajo, arriba, abajo, una y otra vez. Gira. Gira. Gira.
Te tomas el café tan caliente que te abrasa la garganta y no te permite saborearlo. Por fin tienes en las manos tu helado preferido, deseando degustarlo, pero ves cómo la bola se cae al suelo y no puedes disfrutarlo.
A veces el sol acaricia tu piel y calienta tu alma, pero saben a poco esos rayos. La lluvia siempre vuelve y te rodea de charcos. Y a veces puedes ser feliz saltándolos, pero otras veces no son más que barro. Y te enfangas y se hace difícil seguir caminando.
Y el mundo gira. Y el sol brilla. Y la lluvia va y viene. Y no puedes quedarte en una estación. Hay días que parecen noches y noches que brillan como el día. Y a pesar de todo, siempre va a salir el sol.