Barcos

Barcos óleo

 (Obra: Sin título. Óleo. Autora: Elsa Reyes)

Cada noche, antes de acostarse, observaba embelesado el cuadro de los barcos que tenía colgado al lado de la cama. Lo había pintado la tía Susi y se lo había regalado a él poco después de que su padre falleciese en aquel sonado naufragio. Le daba vergüenza confesarlo y se dejaría matar antes de admitirlo, pero le hablaba a aquel cuadro como si su padre estuviese en uno de los barcos. Le contaba sus penas y sus alegrías y hasta le pedía consejos.

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La colada

Lavandería

(Imagen de Pixabay)

Mientras dejaba la ropa lavándose en la nueva lavandería de la esquina, aprovechó para ir al supermercado a hacer algo de compra. Desde que habían abierto aquel local estilo americano en el barrio, la vida le resultaba más fácil. Ya no tenía que pelearse con los programas de la lavadora, que siempre parecían ir en contra de ella y de su tiempo. Ahorraba tiempo, dinero y quebraderos de cabeza.

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La loca del pueblo

Vino

(Óleo sobre lienzo. Autora: Elsa Reyes)

Cuando su mejor amigo de la universidad lo invitó a pasar unos días al pueblo de sus abuelos paternos en Francia, Marco no estaba muy convencido de que fuese buena idea. Laurent le había dicho que era época de vendimia, que había fiesta y celebraciones, pero que también les tocaría arrimar el hombro y trabajar. Eso a Marco no le hacía mucha gracia, pero qué demonios, al fin y al cabo estaba de vacaciones, había acabado ya la carrera y era el primer septiembre que no estaba agobiado pensando en empezar el curso. Tampoco le haría daño trabajar un poco.

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Resaca

rana borracha

 (Imagen tomada de Pinterest)

Camina despacio bajo la lluvia. Va descalzo, pero no siente el frío en los pies. No siente nada. Ninguna sensación. La anilla de una lata de cola que alguien ha tirado a la calle sin respeto se le clava en la planta del pie derecho. Comienza a chorrear sangre, pero él no cambia el paso. Sigue caminando, cabizbajo. La sangre se mezcla con el agua de la lluvia y va dejando un rastro rojizo a lo largo de toda la calle. Aunque a esas horas de la noche pasa desapercibido. Nadie se percata de nada, porque nadie hay observándolo. Su huella la borra el agua. El agua la diluye y no queda constancia de que él haya pasado por allí. Nadie sabe si está vivo. O muerto en vida. Qué mas da ya. Parece que el agua lo va encogiendo poco a poco. Y él solo quiere desaparecer. Evaporarse.

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De muerte y vida (III)

Nido

Introdujeron la bolsa artificial con el bebé dentro en una especie de incubadora y se lo llevaron a una zona del hospital especialmente habilitada para ello. Aunque no era habitual, había más casos, y en ese momento había otro bebé en la misma situación. Las dos incubadoras estaban en una habitación permanentemente vigilada, y a la que dejaban acceder a los padres varias horas al día.

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