Re-visión

Ha pasado ya una semana de mi operación ocular y todavía sigo en un estado alucinógeno. Y no me refiero a los efectos de la anestesia o la medicación. Es un estado mental en el que me encuentro desde el momento en que me despierto. Todavía me pongo a tantear la mesilla en busca de las gafas que tantos años he llevado y he necesitado para levantarme de la cama y ver el nuevo día. Ahora abro los ojos y todo está ahí, al alcance de mi vista.

Ayer he ido a la primera revisión. La recuperación va yendo bien, dentro de lo esperado. Y, por lo visto, aún puede mejorar. Mi visión de lejos es bastante  buena. De hecho, es la mejor que he tenido desde hace tantos años que he perdido la cuenta. Es cierto también que mi presbicia sigue ahí y ver de cerca me sigue costando, incluso algo más. Pero lo compensa la visión de lejos. No me importa ponerme las gafas para leer la letra pequeña. Y por eso me he comprado unas rojas escandalosas. No hay mal que por bien no venga.

Esta semana mis ojos han pasado por muchos estados. Pero han descansado. Lo blanco ha estado más blanco que nunca y creo que mi iris y mis pupilas han brillado también demasiado. He tenido motivos. Varios. Estar feliz y relajado se refleja en la mirada.

Pero mi amigo Murphy hacía tiempo que no venía a visitarme y ayer hizo acto de presencia. Justo la mañana de la revisión me levanté con el ojo izquierdo completamente hinchado. El párpado superior muy inflamado, y una bosa abultada bajo el ojo. Por un momento me asusté. Pensé que no todo había salido tan bien como pensaba y algo iba mal. Pero, por suerte, esa hinchazón hizo que la revisión fuese más exhaustiva de lo que en principìo iba a ser y así cerciorarse de que todo iba bien. Y va bien.

La baja laboral le está sentando bien a mi cuerpo y a mi cabeza, sin embargo mi querido Sr. Insomnio no me quiere abandonar ni estando de baja. Aún así no me importa. Puedo descansar en cualquier momento del día. Y puedo leer. Y puedo escribir. Y puedo soñar. Y ser feliz…