Pienso en ti.
No a todas horas, pero sí cada día.
Te echo de menos.
No a todas horas, pero sí cada día.
Una palabra puede cambiarlo todo. Lo difícil es encontrar las palabras adecuadas.
Pienso en ti.
No a todas horas, pero sí cada día.
Te echo de menos.
No a todas horas, pero sí cada día.
Te guardo los besos que no pude darte
por dudas, por prisas o por cobarde.
Te los guardo por si un día quieres venir a buscarlos
por si a pesar del tiempo aún quisieras probarlos.
Te guardo las palabras que se llevó el viento
por si te apetece escucharlas en cualquier momento.
Te guardo la mirada cristalina y todavía inocente
por si el paso del tiempo es demasiado evidente.
Te guardo las caricias que nunca te he dado
por si descubres algún día que te he amado.
Contemos ovejas hasta que nos venza el sueño.
O, mejor… contemos nuestros dedos.
Hay mujeres que quieren ser princesas y pasearse en una carroza.
Otras prefieren ser leones, y rugir en la selva.
Me siento como si estuviese escalando dunas en el desierto.
Una tras otra. Y sin equipamiento.
Quiero gritar y no puedo.
La boca llena de arena.
Supongo que la energía volverá.
Cuando no la busques.
Como casi todo en la vida.
Como la felicidad misma.
Dicen que hacen falta veintiún días para crear un hábito o una adicción.
A mí me sobraron veinte.
Me bastó un día para quererte.
Un solo día para engancharme a ti para siempre.
Veintiún días sería ya toda la eternidad.
Me bastó un día para habituarme a tu belleza.
Tan solo un día para acomodarte en mi cabeza.
Veintiún días sería una vida entera.
Un solo día bastó para derribar fronteras.
Tan solo un día para perderme en tu piel.
Veintiún días para recorrer tu cuerpo entero.
Me bastó un día para reconocer tu olor entre un millón.
Un solo día para verme reflejada en tus ojos.
Veintiún días para ganarte mi corazón.
Y me sobraron veinte.
Ojalá la empatía fuese nuestra ropa de cada día.
Ojalá una sonrisa fuese el arma precisa.
Ojalá no existiesen las fronteras.
Ojalá la bondad no fuese una quimera.
Ojalá el egoísmo no existiera.
Ojalá las palabras tuviesen garantía.
Ojalá la paz no fuese una utopía…
Debería haberme dado cuenta de que lo nuestro no funcionaría
cuando te vi aparecer con pantalón de chándal y camisa.
Cuando en vez de café pediste té con sacarina.
Es la manera que tienes de mirarme
cuando crees que no te veo.
Es el modo que tienes de hablarme
cuando alrededor solo hay silencio.
Es la manera que tienes de abrigarme
cuando a mi corazón llega el invierno.
Es la manera que tienes de acariciarme
sin acercar a mi piel ni un dedo.
Es el modo en que das luz a mi vida
sin tan siquiera pretenderlo.