A toda prisa

Ilustración prisas

Esta mañana casi me atropellan. Por suerte, mi buena costumbre de mirar siempre antes de cruzar y extremar las precauciones en los pasos de peatones, sirvió para evitar salir volando por los aires tras impactar con un coche apurado. Suelo ser muy prudente cuando cruzo. Mis amigos se ríen de mí porque no cruzo un semáforo en rojo aunque no se vea ni un coche en 300 metros a la redonda. Y siempre les digo: «quizá algún día muera atropellada, pero no será por mi culpa…».

Por las mañanas, antes de ir a trabajar, y después de haber sacado a pasear a la perra, suelo salir a caminar un rato y, de paso, tomar un café con una amiga en el bar de otro amigo. Es una buena forma de empezar el día. Me pongo los cascos y voy escuchando música alegremente. Me sumerjo en mi propio mundo pero sin perder la perspectiva de lo que me rodea.

Hoy, cuando pasaba a la altura del instituto, me dispuse a cruzar en el paso de peatones. Venía un coche, y esperé a que parara. Una vez me hube asegurado de que había parado, bajé de la acera con mi paso acelerado, a ritmo de rock. Y aunque iba absorta en mis pensamientos, me dio tiempo a ver por el rabillo del ojo cómo el coche que había detrás hacía un giro brusco y se ponía a adelantar al coche parado a toda prisa. Se ve que le molestaba que el otro se hubiese parado y le interrumpiese su camino. Aceleró. Yo lo vi y frené en seco. Reaccioné con el tiempo justo para evitar que me arrollase. Mientras el conductor, al verme, me pedía disculpas con la mano, el resto de los coches le pitaban.

Todo quedó en un susto. Una simple anécdota. Cada uno siguió a lo suyo. A toda prisa. Pero fue cuestión de segundos. El coche de atrás llevaba prisa y no dudó en hacer un adelantamiento peligroso en el lugar menos apropiado. Podía haberse llevado a alguien por delante. Por suerte, hoy no era mi turno todavía.

Más tarde, en el trabajo, estoy atendiendo a una clienta. Mientras le hago las llaves, entra un hombre y me dice que le haga no sé qué. Le digo, amablemente,  que espere un momento, que enseguida le atiendo (estoy en la máquina, haciendo las llaves de la otra clienta). Insiste, diciéndome que me deja encima del mostrador las llaves para que se las haga mientras él va a otro recado, que tiene prisa. La otra clienta y yo nos miramos. No hicieron falta palabras. Le dije al hombre que esperase un momento, si quería, que cuando acabase con lo que estaba haciendo, atendía su petición. Mientras la clienta me pagaba, yo cogía las llaves del hombre y le preguntaba las que necesitaba y le informaba de lo que le costaban. Se marchó apurado diciendo que ya pasaría más tarde a recogerlas.

La otra clienta -que, además es conocida- me miró y resopló. Ella también tenía prisa. Tiene un negocio que atender, pero en ningún momento se adelantó a nadie ni me metió presión. Esperó su turno. Esperó a que yo hiciese mi trabajo y cuando acabé ella se fue al suyo. Las dos comentamos que no soportamos a ese tipo de gente, que se cree que su tiempo vale más que el de los demás. Pues no, señor, el tiempo de ese hombre apurado vale tanto como el mío o como el de la otra mujer. Y cada uno organiza el suyo como puede. Y porque uno tenga prisa no tiene por qué avasallar a los demás.

Tras una mañana un tanto «apurada», a mediodía tuve que salir a unos recados también. Comí tarde, bajé a la perra tarde y llegué al trabajo dos minutos tarde. Porque, claro, son las leyes de Murphy… Cuando iba a salir de casa no encontraba las llaves, cuando las encontré y ya estaba en el ascensor me faltaba el móvil, y tuve que volver a entrar en casa. Tampoco lo encontraba. Mientras, alguien llamó el ascensor y tuve que esperar. Cuando llegué al trabajo, con las prisas, marqué mal el código en el teclado y saltó la alarma.

Prisas, prisas, prisas… Todo son prisas hoy en día. Y yo, aunque es verdad que suelo ir acelerada, que hablo acelerada, gesticulo acelerada y me muevo acelerada, sólo quiero calma. Calma para disfrutar de los amaneceres. Calma para disfrutar de la música. Calma para disfrutar de la compañía. Calma para escuchar mi mente. Sin prisa. Pero sin pausa.

6 comentarios en “A toda prisa

  1. Desconfiado

    Pues con calma, y sin prisa, te he leído para contagiarme de ese sentir, para no dejar que el ritmo marque las pautas sino que mi respirar marque el ritmo. Siendo como eres nunca llegaras tarde a un nuevo atardecer

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  2. Hoy la prisa es parte de nuestro sistema. Y te comprendo. Hoy me adelantó un coche en plena curva
    a toda velocidad, y … menos mal que no venía ninguno de frente, de lo contrario ahora no estaría comentando tu excelente artículo. Así es, amiga. Todo el mundo tiene prisa. Un abrazo.

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