Ojos grises

Caminaba con paso firme pero la cabeza gacha, oculta bajo la capucha para evitar que la lluvia hiciese que se le corriese la máscara de pestañas. A ella le gustaba ir por la vida con la cabeza alta, mirando al frente, pero odiaba los paraguas y también que se le estropease el maquillaje. Y esa tarde no paraba de llover.

Mantenía la mirada fija en el suelo observando con atención para evitar los charcos, pero no le quedó más remedio que levantar la cabeza cuando se topó con la silueta de un hombre a punto de chocarse con ella. Levantó la vista y se encontró con otros ojos parapetados bajo otra capucha. Unos ojos grises bajo unas frondosas pestañas que la dejaron hipnotizada.

Durante la brevedad de un segundo sus miradas se cruzaron, antes de apartarse y seguir el camino cada uno por su lado. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Y no pudo evitar fantasear con un encuentro sexual con aquel guapo desconocido de ojos grises. Incluso sintió la humedad entre sus piernas.

Todavía sonreía pensando en aquello cuando entró en la consulta. Tras esperar unos minutos en la sala de espera, una enfermera le hizo pasar y la mandó desnudarse de cintura para abajo y colocarse en la camilla con las piernas abiertas cubierta con una sábana. El ginecólogo  la atendería enseguida.

Aunque era una visita rutinaria, estaba algo nerviosa, ya que su doctor estaba de vacaciones y le atendería un sustituto. Cuando el médico entró, se presentó amablemente, con voz grave, mientras se preparaba y ponía unos guantes de espaldas a ella. Luego se sentó frente a ella dispuesto a comenzar la exploración. Relájese, le dijo. Y la miró. Entonces ella quiso morirse. Tenía los ojos grises…